domingo, 3 de noviembre de 2013

LA EDUCACIÓN EN 2030


Y … la avenida estaba repleta de coches sin humo, silenciosos, circulando de forma agradable, sin prisas, sin atascos a la hora punta de llegar al trabajo. La calle era empinada, muy empinada, ascender por aquella calle era algo similar como acercarse poco a poco a la luna; a aquella luna que miramos cuando la noche está estrellada y escuchamos a la lechuza cantar alegremente a las criaturitas de la noche. Los establecimientos  bajaban su cristal transparente eléctricamente para anunciar que estaban abiertos; los artículos en venta ascendían desde el subsuelo con una sutileza silenciosa hasta alcanzar la altura adecuada para facilitar su venta.

Bruno realizaba todos los días el mismo recorrido para llegar al laboratorio; aquel lugar con olor a fresa, de paredes con espejos y sillones con cables y ventosas rosas.
-       Hola, buenos días.
-       Buenos días Bruno, siéntate en ese sillón y coloca tu cabecita en este lugar.
Un señor con bata de colores que parecía estar nueva a pesar de las veces que la había lavado, pelo largo y sonriente, le pegaba aquella pequeña ventosa en la conexión circular situada detrás del pabellón auricular izquierdo de su cabecita y en tan solo unos segundos Bruno ya poseía en su pequeño todavía intelecto todos los contenidos necesarios para seguir con su aprendizaje diario.

Despacio y sin prisas, Bruno se levantó de aquel sillón lleno de cables con ventosas, se despidió de aquel señor y como todos los días siguió caminando a su escuela.

Más o menos a la hora determinada iban llegando los niños. Éstos esperaban a sus compañeros en un patio lleno de árboles gigantes, frondosos, verdes y con un perfume agradable, que producían unas sombras gigantescas donde los niños podían alegremente compartir sus experiencias.
Desde una gran rama llena de hojas con un verde intenso, estaba colgada una gran lente finísima casi inapreciable, en ella se proyectaba una luz cálida que mostraba vídeos, juegos, cuentos o cualquier material atractivo para el aprendizaje de esos niños.
 En el suelo apoyadas sobre césped bien cortado yacían unas almohadas mullidas por el algodón fresco de ovejas esquiladas de Granada donde se sentaban, se acostaban o se acurrucaban los niños dispuestos a aprender. A la derecha de estas almohadas se podía observar casi enterrado una conexión USB, donde los niños conectaban sus dispositivos electrónicos para interactuar con la gran lente colgada y con sus compañeros.

Y era en es lugar donde los niños aprendían, donde la maestra les enseñaba lo importante para ser ciudadanos, era en ese lugar donde debatían lo interesante, donde se expresaban y compartían ideas, donde aprendían a ser críticos con todo lo que les rodeaba. Porque toda la sociedad era consciente que lo importante no era la adoctrinar en contenidos sino era...

Aquel bonito lugar donde aprendemos
González Clavel, Lorena








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