martes, 15 de octubre de 2013

PRÁCTICA BLIJ



¿Qué elementos de un libro dirigido a los jóvenes consiguen que les genere una cierta adicción y se conviertan estos en grandes éxitos de venta? Esta realidad es la que analiza Gemma Lluc en este artículo.
Quiero resaltar del texto de Lluch como punto de partida, una diferenciación entre literatura canónica y paraliteratura que hace al yuxtaponer dos definiciones de Bloom y de Boyer. Para el primero “cuando se lee una obra canónica por primera vez se experimenta un extraño y misterioso asombro y que casi nunca es lo que esperábamos” (Bloom, 1995:13, Lluch 2009), y para el segundo, “cuando se lee paraliteratura el lector antes de iniciar el acto de lectura firma un contrato con el autor, un acuerdo tácito que le asegura la adecuación de la obra a la colección, a la reputación del autor o al proceso publicitario que ha elegido: el lector ha de estar seguro que encontrará aquello que ha ido a buscar, sin sorpresas.” (Boyer, 1992:109-120; Lluch 2009).

A nivel paratextual, la paraliteratura se caracteriza por una presentación estridente, que contrasta con la sobriedad de la literatura, y que contiene elementos que informan del contenido y anticipan al lector lo que va a encontrar, mostrando su parte del contrato.

A nivel discursivo encontramos en la paraliteratura los siguientes rasgos:
-una repetición que contribuye a formar significados unívocos
-combinación entre relajación y cambios de ritmo que mantienen el suspense
-repetición de situaciones, decorados, personajes, lugares y procedimientos que no atraen la reflexión crítica del lector.
-los personajes responden a estereotipos y a ellos se subordina el discurso organizado linealmente y preparado para crear series y sagas.
-El lector espera, a la vez, “una relativa novedad” (Lluch, 2009)
-El estilo es secundario y utiliza un lenguaje simple, repetitivo y estandarizado.
La paraliteratura juvenil sigue los mismos mecanismos de “enganche” que la dirigida a los adultos. Los mecanismos que contribuyen esencialmente a ello son “los mecanismos de identificación y el tipo de ideología propuesto” (Lluch, 2003). Para activar el mecanismo de la identificación se utilizan personajes que coinciden con el lector en vida, costumbres o aspecto y edad, así como la semejanza de contextos y entornos reales y virtuales.
En cuanto a la ideología se utilizan argumentos similares a los del lector adolescente para “vehicular opciones ideológicas” (Lluch, 2009). Se elige la misma cosmovisión, de manera que el personaje juzga el mundo desde el mismo ángulo que el lector.

En definitiva, me pregunto cómo podemos los docentes poner a nuestro favor este tipo de literatura, y si esto es  posible y conveniente.
Lo que sí que me queda claro es el hecho de que es importante que la literatura a través de las obras canónicas tenga que estar presente en el aula. Quizá lo que falte sea una buena elección de obras concretas que sean del agrado del alumnado para llevarles hasta el placer de experimentar ese “extraño y misterioso asombro”.

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